El reflejo de un desconocido
De lo que pudo parecer y quizá fue... o no

20.5.04

Hay días en los que, por alguna extraña razón, todo viene de cara; y hay días en los que todo se tuerce. Hoy ha sido uno de estos últimos. Creo que todo empezó por un tema del foro para el que no encontré un momento para responder, pero que me tuvo todo el día dándole vueltas a la cabeza sobre si había alcanzado la madurez.

Darle vueltas a la cabeza tampoco creo que sea la expresión correcta, porque la conclusión era evidente desde un principio: No he madurado. Sigo en una costante huída hacia adelante que sé que desembocará en un precipicio por el que me despeñaré, y sin embargo no intento tirarme a un lado optando por una opción diferente a la que me está dictando la rutina. Un futuro académico/profesional cada vez más oscuro (con una mínima salida positiva, por la que, inexplicáblemente, no estoy luchando lo que debería); sigo tirado en casa, dejando que me den el biberón y me acunen, a pesar de ser algo que odio; una vida sexual nula, y una sentimental con la que estoy a gusto los días pares, y en la que echo de menos a alguien los impares. Veo a antiguos compañeros de colegio o instituto casados y con hijos, con trabajo, conscientes de lo que están haciendo, acoplados a un ciclo vital que, al final, todos tendremos que adoptar, por mucho que nos neguemos. El caso es que no es el simple hecho de estar fuera de ese camino que lleva la inmensa mayoría lo que me hace sentir inmaduro, ni el no ser feliz con lo que estoy haciendo, sino el ser plenamente consciente de ello, y no hacer nada para remediarlo.

Esta tarde estuve hablando con Pablo, que también se encontraba de bajón. Soltaba medio de broma el volvernos a Galway este verano, no pude evitar pensar si sería uno de mis últimos trenes para salir de este pozo.

Para rematar el día, acabo de recibir un sms de Puerto, diciéndome que la madre de Gemma se ha matado en coche. Tanta fama de días negros para los martes y 13, y qué pasa con los jueves y 20.

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