El reflejo de un desconocido
De lo que pudo parecer y quizá fue... o no

4.7.04

La comunicación es uno de los pilares sobre los que se asientan las relaciones interpersonales. A partir de ella, crecen la confianza y el amor que, irónicamente, permiten que la comunicación directa de emociones y pensamientos no sea tan necesaria. Es difícil llegar a un óptimo nivel de conexión con la otra persona si antes no se abre el corazón de manera fluída y honesta, lo que además otorga un gran plus de comodidad a su compañía. Ese trato sin ataduras es el que acaba por dar viabilidad, o no, a esa relación. En relación con ello, este fin de semana he tenido dos episodios antagónicos:

El sábado pasé la tarde con Alma. Dando una vuelta por la playa, y luego charrando tranquilamente en La Casona mientras tomábamos una cerveza. El que ella pidiera también cerveza es un buen ejemplo de la tónica de la tarde, porque hablamos de una manera abierta como pocas veces lo habíamos hecho, y por primera vez sobre algunos temas suyos más espinosos (novios, alcohol...). La verdad es que me gustó mucho, quizá por lo raro que se me hizo ese hablar de tú a tú con total naturalidad.

Por contra, el fin de semana con Jandro fue totalmente diferente. Cada vez tengo más claro que ambos nos hemos puesto fronteras recíprocamente, aunque sea sólo en ciertos temas. Tampoco es que esté molesto con él por ello (después de todo, yo hago casi lo mismo, e incluso mantengo un blog en el expreso mis sentimientos, permitiendo que otra gente lo lea, pero no él), pero sí que me produce mucha extrañeza cada vez que se produce una prueba de que esta distancia entre nosotros existe. No es sencillo hacerse a ello, por muy lógico que sea.

Cambiando de tema, ayer me encontré con Merce en el Clan. El buen rollito de siempre, quizá un poco más por las horas y el alcohol que llevábamos, y unas buenas ganas que me entraron a mí de hacerme algo con ella. Además, ella no parecía cerrarse en banda precisamente.

23:53